11 Fevereiro 2010
Sentir miedo, periodistas mexicanos en la línea de fuego
Es delgado, de tez clara y cabello oscuro. De movimientos nerviosos, de sonrisa apretada y mirada seca. Es muy joven, apenas reportea hace tres años los temas de seguridad y justicia, pareciera poco tiempo pero no lo es si trabajas en la línea de fuego, en la zona norte de México, donde ejercer el periodismo es una profesión de alto riesgo. http://geografiaderiesgos.blogspot.com/
Es delgado, de tez clara y cabello oscuro. De movimientos nerviosos, de sonrisa apretada y mirada seca. Es muy joven, apenas reportea hace tres años los temas de seguridad y justicia, pareciera poco tiempo pero no lo es si trabajas en la línea de fuego, en la zona norte de México, donde ejercer el periodismo es una profesión de alto riesgo.
Hace tiempo recibió alguna amenaza, también vivió la parálisis que deja la muerte de un compañero periodista y la estela de temor que arroja la impunidad de un asesinato no resuelto. Sigue trabajando cada día, todos los días, siendo menos él y cada vez más otro. De alguna forma el miedo te cambia de a poco, pero profundamente.
Conversaciones largas con reporteros que a diario tiene que perseguir y registrar los hechos violentos que ocurren en distintas ciudades de Coahuila, lugares que han perdido su ritmo calmoso, que ahora permanecen secuestradas por la ausencia del Estado, la agobiosa presencia del crimen organizado y el poder exacerbado de caciques políticos.
El miedo no tiene rostro. Es sordo. El miedo se siente en las calles vacías; en los negocios que cierran temprano, que ya pertenecen a la mafia porque han despojado a sus dueños de ellos o en aquellos que no abrirán más porque el pago de extorsiones los ha aniquilado; en el caminar apresurado de algunas personas; en los muchachos de lentes que vigilan las calles contratados por los las organizaciones criminales; en el ulular de sirenas o los rumores de crímenes y amenazas que se espolvorean.
Hace cuatro años eran lugares distintos. Inversión, trabajo, tranquilidad, futuro y proyectos. Los cárteles de droga siempre estuvieron allí, con una opaca presencia, una violencia limitada. En tres años o menos las cosas cambiaron. La debilidad de las instituciones de gobierno y la confrontación por el territorio por el que transitan drogas y cualquier otro producto ilegal, han trastocado ese pasado no tan lejano y la pérdida de territorio en manos de las mafias se está convirtiendo en una realidad cotidiana y por ello la sociedad se siente amenazada.
Coahuila tiene alrededor de 2.5 millones de habitantes distribuidos en 38 municipios, muchos de ellos ubicados en zonas muy alejadas y de difícil acceso. En 2006, un periodista desapareció y a otro lo mataron y, en este año, el reportero Valentín Valdés fue secuestrado y luego asesinado. En estos tres casos el crimen organizado podría ser el responsable.
¿En tu trabajo cotidiano tienes miedo?, se le pregunta a ese reportero de movimientos nervioso.
Sí, si tengo
Trato de ser más cuidadoso, responde seco.
Es la misma respuesta en todos los periodistas de la zona. El gusto por su trabajo es lo único que explica su permanencia en esta profesión en la que tienes que aprender a cómo reportear, en qué momento, en qué lugar, cómo escribir una nota y cómo publicarla, para que una frase, una palabra mal colocada o el nombre de algún posible delincuente no sea motivo de una nueva amenaza.
En esos lugares hay que llegar en grupo a la cobertura de hechos violentos y no pretender llevarte la nota exclusiva con detalles o descripciones minuciosas; sólo informar sobre nombres de posibles mafiosos si las policías lo hacen en declaración o en algún comunicado, no mencionar secuestros, asesinatos o enfrentamientos en los que las autoridades no emitan el boletín oficial.
La falta de garantías y el miedo que se vive en Coahuila, como en muchos otros estados, ha achicado la libertad para informar.