Discurso del presidente de la SIP Gonzalo Marroquín

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Discurso del presidente de la SIP Gonzalo Marroquín en la Apertura Oficial de la Reunión de Medio Año San Diego, California 7 de abril de 2010 Hoy, más que nunca Hemos escuchado informes, testimonios y declaraciones que muestran con claridad los peligros que enfrenta la libertad de expresión y de prensa en el hemisferio. Un breve repaso de la situación muestra que el deterioro es muy grande y que la tarea que tenemos por delante demanda esfuerzos que sean, no solamente consistentes y enérgicos, sino que seamos capaces también de sensibilizar a la opinión pública, en el sentido de que el mayor daño no es para medios y periodistas, sino el derecho que el ciudadano común y corriente tiene de recibir información. La libertad de expresión de las personas, la libertad de prensa, el derecho a informar y ser informado, resulta incómodo para aquellos gobernantes o funcionarios públicos intolerantes y con tendencias autoritarias. A ellos no les gusta el libre flujo informativo, a ellos no les gusta que la información esté en poder de la población. Las leyes restrictivas en materia de libertad de prensa y los ataques verbales, que continuamente escuchamos en videos que presentan en nuestras asambleas, de parte de Hugo Chávez, Rafael Correa y Cristina Kirchner, para citar sólo los más recientes, son una práctica que se repite de un país a otro y parecen ser parte de un plan estratégico para ir terminando con la prensa independiente, para acabar con su credibilidad (que no olvidemos que es el valor más preciado que tenemos los periodistas), para avanzar en sus esfuerzos por tener únicamente medios con voces afines y disponer, entonces, del monopolio de la información. Algunos han llamado a la prensa el cuarto poder. Yo pienso que en realidad no somos un cuarto poder, pero si somos el contrapeso necesario que necesita el poder político, somos los ojos y oídos de la sociedad y, para decirlo de alguna manera, la prensa, los periodistas, somos el instrumento fiscalizador que la sociedad tiene para conocer lo que sus gobernantes hacen o dejan de hacer. Chávez ha tejido una maraña de leyes restrictivas. En Venezuela, todos lo sabemos, los periodistas y medios son perseguidos, la radio y la televisión acallados, hostigados o simplemente cerrados, pero siempre bajo la pantalla de la legalidad. ¿Y cómo no es legal lo que haga ese gobierno, si las leyes las aprueba o desaprueba el propio Chávez a su conveniencia? Y como los resultados le han sido favorables hasta ahora, los Correa, Fernández, Morales y Ortega, recurren a las mismas mañas para controlar la información. Bien saben que si la controlan, pueden perpetuarse, como lo están haciendo, en el poder. En Cuba no hay voces disonantes. En estos otros países quedan muy pocas, pero al menos podemos decir que son las voces de los valientes, de los amantes de la libertad, de aquellos que no doblan sus rodillas por dinero, ni por presiones. La prensa de valor no ha claudicado, pero debemos defenderla todos, debemos lograr que las sociedades se sumen para luchar junto a nosotros. Ellos tienen dinero, tienen poder. Ellos manipulan las leyes, tienen capacidad de perseguir y cerrar medios. Como han concentrado medios oficialistas, financiados con el dinero de los pueblos, tienen capacidad para desprestigiar. Pero nosotros tenemos algo que resulta mucho más valioso: nosotros tenemos la razón, porque no estamos defendiendo intereses particulares, sino que estamos librando una batalla a favor de principios de libertad y valores democráticos. En Mérida reiteramos que el problema no es ideológico. De ninguna manera. Actitudes como las de los regímenes autoritarios que he mencionado tuvieron antes las dictaduras militares o gobiernos conservadores como el de Fujimori en Perú. No es pues una batalla de ideologías. Cuando el poder político se siente amenazado, tiende a buscar el control de la información. Aquí, en este país, se han dado casos de jueces que ordenan investigar a twiteros que puedan estar vinculados con Wikileaks, una herramienta que ha sido utilizada para trasladar información a medios periodísticos alrededor del mundo. Hubo voces en Washington a favor de poner controles al Internet. Menos mal que el respeto y peso de la Primera Enmienda todavía tiene una fuerza más allá de los intereses políticos. Y por eso es que pienso que nuestro mayor desafío es el de lograr que en Latinoamérica se entienda igualmente que lo que aquí es la Primera Enmienda, el derecho a opinar e informarse, está igualmente consignado en todas nuestras constituciones, pero cuando no se respeta, cuando se borra por abusivos manotazos legislativos, se está atentando contra las personas, no únicamente contra los periodistas. Me resisto a aceptar que estamos perdiendo la batalla por la libertad de expresión. De ninguna manera. Esta es una guerra que posiblemente nunca termine, pero que nosotros debemos librar día a día, pero insisto, necesitamos como aliados a los ciudadanos de todos los países. Necesitamos de nuestro lado a todas las personas que aman la libertad, que quieren para ellas y sus familias mejores países, construidos en base a esa libertad, con justicia y oportunidades para todos. Ya sabemos entonces que los enemigos visibles de la libertad de expresión son esos políticos intolerantes, autoritarios y con sueños de perpetuarse en el poder. A ellos no nos cuesta identificarlos. Los conocemos con nombres y apellidos. Pero también tenemos frente a otro tipo de enemigo, éste más peligroso incluso que aquellos, porque actúa en la clandestinidad y ni siquiera necesita el cambiar o retorcer leyes para atacar a la prensa. Hablo del crimen organizado. Curiosamente ambos enemigos pretenden en el fondo lo mismo: controlar la información. México es la máxima expresión de esta problemática. Los periodistas del vecino país buscan mecanismos de autodefensa, porque no quieren callar. Hemos escuchado, incluso, testimonios desgarradores de lo que se vive a muy pocos kilómetros de aquí, en el lado norte mexicano. Sobrevivientes que narran como han tenido que huir de su país para sobrevivir, porque amigos y colegas suyos han caído en el cumplimiento del deber. El gobierno del presidente Calderón se ha comprometido con la SIP en que pronto garantizará el ejercicio periodístico, pero hasta hoy, los esfuerzos no son suficientes y es evidente que debe haber una voluntad política de todos los poderes del Estado para lograrlo. La lista de países que viven situaciones complicadas en materia de libertad de Prensa es larga. No se escapan tampoco Haití, Nicaragua, El Salvador, Honduras, Colombia, Perú, Brasil. Diría que todo el hemisferio, unos más y otros menos, muestran alguna situación negativa. Pero eso no es suficiente para volvernos pesimistas. Al contrario, debe servirnos de acicate, de motivador especial, para que mantengamos la cabeza levantada y sigamos hablando a la gente de América para que piensen y mediten: ¿Puede haber democracia sin libertad? ¿Un pueblo sin información, puede elegir libremente? ¿Sin medios independientes, quien informará y fiscalizará a los gobiernos de turno? La tarea de la prensa es democratizar la información. Es decir, que nosotros existimos porque tenemos la obligación de trasladar información y ponerla a disposición de la opinión pública. Debemos, eso si, hacerlo apegados a los principios y valores propios del periodismo, porque no hacerlo de esta manera es abrir un flanco por el que el enemigo nos puede atacar con mayor efectividad. No está de más recordar que la Sociedad Interamericana de Prensa no es una institución que defiende intereses de empresas o asociados. Nuestra institución se fundó y existe con una misión principal: Defender la esencia de la libertad. La declaración de Chapultepec, aprobada y firmada por políticos, pensadores, presidentes y dirigentes de todo el continente, expone muchas reflexiones contundentes en materia de libertad de prensa y yo quisiera terminar con una frase de este documento. Dice así: “Una prensa libre es condición fundamental para que las sociedades resuelvan sus conflictos, promuevan el bienestar y protejan su libertad. No debe existir ninguna ley o acto de poder que coarte la libertad de expresión o de prensa, cualquiera sea el medio de comunicación”. Convencidos entonces de la necesidad mantener esta libertad colectiva, es que la SIP reitera, hoy más que nunca, su determinación de mantener en alto el estandarte de la lucha por la libertad. Muchas gracias

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